29 noviembre 2006

La noche que conocí a Stina (I)

Conocí a Stina en París, en el año 1992, ese año de la Expo de Sevilla, del V Centenario y de las Olimpiadas de Barcelona. Demasiados acontecimientos juntos para alguien que siempre intenta huir de las multitudes. Unas fechas que lo único que provocaban en mi estado de ánimo era un continuo deseo de largarme de España, a la menor posibilidad. Ese año salí como unas 10 veces de este país. Precisamente, en ese marzo de 1992 estaba cruzando, una y otra vez, el Pont Neuf, cómo si no me decidiera en que orilla del Sena prefería quedarme, ya que ambas me atraían a su manera: una me sugería el Marais y la otra el Barrio Latino. Y justo cuando estaba en medio del puente de mis dudas, acodado sobre la barandilla viendo fluir las aguas del Sena, empezó a caer con toda intensidad la mayor cantidad de agua que había caído nunca del cielo sobre mí, así que sin pensarlo dos veces me lancé a la carrera hacía Saint-Michel, y en vista de lo que estaba cayendo decidí que el Barrio Latino era la orilla del Sena que más me gustaba y con diferencia. Vamos, que me gustaba una barbaridad y no cruzo más por qué me mojo. Entré chorreando en el Café Saint-Michel y con mucho cuidado de no acabar con mis huesos en el suelo a causa de lo resbaladizo que resultaba ese piso, que invitaba a que un pie fuera en dirección contraria al otro. Cuando alcancé la barra lo único que deseaba era un gran whisky sin hielo, que entonara todo mi ser.

Desde que llegué esa mañana a la ciudad aún no me había topado con ningún camarero gilipollas y engreído, lo que en París ya era todo un éxito; pero fue pedir un JB, calado hasta los huesos, y el camarero empezó a gesticular de un modo grotesco que no entendía nada y yo a decirle que WHIS-KY, que un J-B y él dale con lo de que no entendía. JB. No entiendo. JB. No entiendo. Me disponía a saltar la barra para dar al garçon un curso rápido de español, cuando a mi lado salió una voz que le susurró al camarero un mágico yi-bi.

-¡Ah! Oui, Un yibi. – Respondió el camarero, mirándome con una especie de sorna que no me gustó nada. Puso un vaso con hielo frente a mí, vertiendo sobre él una mínima cantidad del aquel preciado líquido, que tanto trabajo me había costado conseguir. Me le quedé mirando fijamente para ver si se estiraba un poco más con la cantidad, pero nada, me había cogido manía.

-Si quieres más, tienes que pedir uno doble. – Me aclaró mi vecino de barra, el mismo que intervino en la disputa anterior con el camarero. –Todas las botellas llevan dosificador. Estamos en París.

-Double, s’il vous plaît.

Pegué un largo trago que casi acaba con el contenido del vaso. Miré a mi vecino y le di las gracias por su intervención tan oportuna.

-Estos franceses son así, aunque te entiendan les gusta ponértelo difícil.

-¿Eres de aquí?- Le pregunté mientras me terminaba lo que quedaba de mi JB- ¿Quieres una cerveza?

-Está bien, beberé una más a tu salud. Sí, nací y me crié en París, pero mis padres son de Argelia.

-¿Cómo es que hablas tan bien el español?

-Estudié medicina en Granada. Siempre me ha gustado mucho más España, su gente y su clima. Siempre que puedo vuelvo a Granada.

- Así que eres médico.

- Realmente soy psiquiatra.- Me interrumpió.

-Justo lo que yo necesito, un psiquiatra y otro JB o yibi o cómo lo quieran llamar por aquí. Bueno, mi nombre es Javier, encantado de conocerte. – Estuve a punto de presentarme como Capitán Pescanova, pero dudé que lo entendiera.

- Lo mismo digo, me llamo Ouassini.- Chocamos los vasos, brindando por nosotros.

28 noviembre 2006

filosofika

He añadido a Me gusta leer... filosofika, un blog de Karla Villapudua, desde Tijuana, México. Espero que lo disfruteís.

27 noviembre 2006

Perdido

La vida es un laberinto, mágico y maldito, por donde vagamos tratando de descifrar el sentido de sensaciones e impresiones que van cimentándose en nuestro interior. Mágico por que nos abre un mundo de nuevas percepciones y maldito porque nos imposibilita nuestra unidad. Sueño y realidad terminan mezclándose en estrechos pasadizos, por donde ya no cabe la sensatez; encontrándonos así con dos vidas, la que mostramos al mundo exterior y la que resguardamos de la mirada ajena. ¿Buscamos realmente una salida a este laberinto?
Perdido en el laberinto de mí mismo, no sé cuál es el camino que me lleva de aquí a la realidad clara y humana, a la realidad plena de luz donde podría encontrar a mis hermanos... Fernando Pessoa

26 noviembre 2006

Marianus, ese gran amigo que todos deberíamos tener

Friedich
Recibo un email de Mariano, un amigo que conozco desde que íbamos juntos a parvulitos, con el que he compartido toda clases de momentos y del que he aprendido muchas, pero que muchas cosas: Gabriel Celaya en "A Miguel Labordeta"
Las últimas noticias son normales, muy tristes se casan con notarios nuestras adolescentes. A reflexionar.

25 noviembre 2006

Ayudando a la memoria

He recuperado, gracias al emule, un disco que compré en Zürich cuando tenía 18 años y me fui a trabajar allí, para comenzar a conocer mundo. Se trata de “A Farewell To Kings”, de Rush. Desde luego que ahora no me gusta mucho, mis gustos musicales han cambiado bastante desde esas lejanas fechas; pero lo que es cierto es que escuchándoles me transporto a mi estudio de Magnolienstrasse, junto al lago, a esa vida que empecé a vivir lejos de mi casa rodeado de libros y cuadernos, donde iba contando lo que mis ojos veían en un país tan distinto a España, y más por esos años. Desgraciadamente no conservo nada de lo que escribí entonces, todo desapareció en una de las innumerables mudanzas que he sufrido a lo largo de mi vida. Pero gracias a Rush, puedo ir reconstruyendo gran parte de lo que sentí y viví entonces, sólo por esto lo conservaré con todo mi cariño. A veces es bueno ayudar a la memoria.

24 noviembre 2006

Sueño y realidad

¿Fue el azar lo que me llevo hasta ti, Sonja? ¿Todo un cúmulo de coincidencias? Creo que no. Primero empecé a soñarte, a anhelarte, entre medias de todas mis ilusiones para poder reconocerte, sentada junto a tu amiga Inma, en una mesa del Café Central. Y desde ese primer instante en que te contemplé, intuí que eras tú, que mis sueños y la realidad se habían unido para crearte a ti y dar forma a mi amor.

"He aquí el sueño: ver las formas invisibles de la vaga distancia y, por sensibles impulsos de esperanza y voluntad, ir a buscar en la fría línea del horizonte el árbol, la playa, la flor, el pájaro, la fuente, el merecido beso de la verdad". Fernando Pessoa.

22 noviembre 2006

Extraño extranjero

Llevo desde primeros de años con este libro aparcado en mi mesilla de noche y no es por qué no tenga ganas de leerlo, más bien es que tengo miedo de tomar al pie de la letra estas palabras de Armand Robin: "Seré para siempre un extraño extranjero. Pasaré mis días suprimiendo mi vida". Hoy lo he mirado con nuevos ojos, tal vez por qué empiezo a sentir la necesidad de ir suprimiendo, día a día, mi anterior vida y empezar una nueva, lejos de este subdesierto del sur de España. Así que ya sabeís, si alguien conoce un puesto de trabajo en Madrid, donde no sea necesario trabajar mucho y se gane bastante dínero, que no dude en ponerse en contacto conmigo. Le estaré eternamente agradecido, o casi. "Extraño extranjero" es una biografía de Fernando Pessoa, escrita por Robert Bréchon y publicada por Alianza Editorial, en su colección Alianza Literaria. En ella recorre a Pessoa y a sus numerosos heterónimos. "Con los testimonios, las cartas, los recuerdos, los escenarios, los libros y las calles de Lisboa, Robert Bréchon ha escrito la gran biografía de Fernando Pessoa, de todos los Fernando Pessoa posibles", podemos leer en su solapa posterior. Esta misma noche comenzaré a leer sus páginas, dejando aparcado, por el momento, a mi empezado Alfredo Bryce Echenique, Ekenaiki en New Haven, de "Permiso para sentir". Sé que él lo entenderá.

20 noviembre 2006

Esos Viejos Cafés

Algo que hecho de menos en Almería son esos viejos cafés de mesas blancas de mármol, esos lugares de reunión que se empezaron a poner de moda en España a principios del siglo XIX y que han sido un símbolo de la cultura de éste viejo continente.

Me gustaba sentarme en ellos mientras esperaba a alguien, para ver pasar, ocioso, el tiempo o para leer las primeras páginas de aquel libro recién comprado. Siempre sin prisa, resguardado del frío del invierno o del calor del verano. Dentro de estos cafés reinaba la tranquilidad más absoluta, en ellos la prisa se dejaba a fuera, en la calle, junto al bullicio.

No, aquí no existe un "Café Comercial" o un "Gijón", ni tampoco Un "Café Barbieri" o un "Café Central", me tengo que conformar con las terrazas que llenan ésta ciudad, lo que tampoco está tan mal. Aquí se vive más hacia la calle, más hacia el exterior. Lo que bien mirado, con éste clima, es lo normal.

18 noviembre 2006

Esos momentos Chet Baker

Hay buenos momentos para escuchar a Chet Baker y los hay no tan buenos. El quid está en escoger ese momento y no equivocarte. Yo, ésta noche, me equivoqué. Me duele decirlo, pero así es: cuando me disponía a pasar una agradable velada conmigo mismo, se me ocurrió que lo menos que podía hacer era ponerme un poco de música y servirme una copa de vino tinto, por eso del frescor nocturno que ya se empieza a sentir por acá. Lo de la copa de vino fue también un error, claro está. Fue escuchar a Chet y llevarme la copa a los labios, y todo un mar de nostalgia me inundó de repente. Fue como la magdalena de Proust, ese sonido y ese buquet me transportaron en el tiempo hacia otros momentos más Chet Baker. Mañana me vuelvo al infierno.

15 noviembre 2006

Friedrich

En este tercer día, aquí abajo, he tenido que taparme los ojos por primera vez. Sentí que mi corazón se paraba al mirar de frente y contemplar, proyectados sobre un muro de piedra, todos los miedos que me han acompañado durante la vida. Cuando me he recuperado he comenzado a dirigirles, primero, cortas miradas de aproximación, para, poco a poco, ir deteniéndome más pausadamente en cada uno de ellos. De entre todos, uno brillaba con luz propia: era el miedo a vivir, a vivir sin pasión.

“Lo que temo no es la muerte, sino la vida. Por mucho que me remonte en la memoria, siempre me ha parecido insondable y aterradora. Mi incapacidad para insertarme en ella. Miedo, además, de los hombres, como si pertenecieran a otra especie. Siempre el sentimiento de que en ningún punto coincidían mis intereses con los suyos”.

Emile Cioran.

14 noviembre 2006

No se está tan mal por aquí

Martín Chambi

No se está tan mal por aquí, estornudas y en lugar de lanzar al aire millones de microbios lo que lanzas son bolas de colores, una auténtica lluvia de bolas de colores, olores, lores, ores, res, es… Para ser mi segundo día en el infierno no está mal. También he pensado que si estoy aquí es porque me lo merezco, que coño. He pedido un euro y medio para comprarme una botella de cerveza, una litrona, y con ella he estado recorriendo estas galerías subterráneas, que son ahora mi nuevo hogar. Lo que más extraño es el tabaco, aún no he encontrado ningún estanco por aquí. Eso sí, por lo que he podido ver el fuego no es problema. Sólo al calcular lo que me voy a ahorrar en mecheros, pienso que ha merecido la pena venir hasta este lugar, tan apartado y cercano a la vez. Y por las tardes sacamos las guitarras, las botellas de vinos y ¡quítame de ahí esas penas! Enseguida alguien se arranca y comienza el cachondeo, la fiestorra, sin nada de etiquetas, todo muy campechano, como si estuviéramos en un prado asturiano escanciando unas sidras al caer la tarde.

He conocido esta mañana a Montaigne y enseguida ha surgido entre nosotros una chispa de simpatía mutua. Se ha despedido de mí con estas palabras, mientras se alejaba de espaldas y con su brazo en alto: “¡Qué cosa tan ondulante es el hombre! No solamente el viento de los accidentes me desvía según su inclinación; además me muevo yo mismo por la inestabilidad de mi postura; quien se mira con cuidado, no se encuentra dos veces en el mismo estado. Doy a mi alma ora un semblante, ora otro, según de qué lado me acuesto. Si hablo diversamente de mí, es que me miro diversamente. Se encuentran en mí todas las contradicciones. Vergonzoso, lelo, rencoroso, generoso, mentiroso, veraz, sabio, ignorante y liberal, y avaro y pródigo: todo eso lo veo de mí, según de que lado me vuelva; y cualquiera que se mire con atención encontrará en sí mismo e incluso en su juicio esta volubilidad y discordancia”. Montherlant, que estaba por allí le contestó sin dejar de mirarle fijamente a los ojos: “Es preciso escribir como si uno fuera amado, como si uno fuera comprendido y como si uno estuviera muerto”. Miré a uno y otro y no pude dejar de pensar que estaba en el infierno.

13 noviembre 2006

Ahora que todavía estoy frío

Mis primeras horas en el infierno, ahora que todavía estoy frío, son como dos pulgas picando sin mucho entusiasmo y con ganas de que suene ese timbre, que marcará el final de su jornada laboral. Aquí, en el infierno, no se come, no tienes porque sentarte a la mesa de ningún desconocido. Me han comentado que unos meses después, lo de comer, ni lo extrañas. Eso sí, hay miles de caminos para irte a la cama y del que escojas dependerá la habitación en la que dormirás y la vida que al día siguiente tendrás que vivir. De lo de las fiestas aún no me he enterado, aunque estoy en ello.

12 noviembre 2006

Domingo dominguero

¡Domingo! He salido a dar una vuelta por el pueblo. Hace sol y esto se ha llenado, una vez más, de domingueros, gente que viene hasta aquí a tomarse una cerveza sentados en una terraza de la plaza mientras los hijos juegan en el parque infantil y para dar un paseo, antes de comer en cualquier restaurante del pueblo, por el paseo marítimo. Después de la comida se tomarán una copita y de regreso a su vida urbanita, con las pilas cargadas para la próxima semana laboral o tan hastiados de su rutina habitual como siempre.

Mientras paseaba me he topado con mi amigo Jesús, tiene 9 años, y nos hemos ido a mi casa a ver videos de Lego en el ordenador. Y ahí lo tengo, todo flipao, viendo como los muñequitos se mueven solos, cómo por arte de magia, mientras yo escribo estas líneas para un domingo dominguero y sin aniversario que valga.

11 noviembre 2006

Un aniversario más

Ahora escribo con una fotografía tuya delante, Sonja, que he clavado con dos chinchetas en la pared. Mis dedos corren por el teclado y mis ojos te buscan en un intento de resucitar cualquier instante que me una a ti en cualquier crepúsculo violeta, justo cuando la noche empieza a ganar su eterna batalla al día y en la penumbra continúo contemplándote tal como eras entonces.

Los malditos aniversarios que no se desintegran, que continúan imperturbablemente, año tras año, cómo si no fuera el asunto con ellos. Entre fecha y fecha, islas en el tiempo, ejercicios para seguir viviendo y ejerciendo de caminante entre este desolado paisaje de la costa de Níjar, donde los días se devoran a sí mismos antes del amanecer y donde el silencio reclama su tributo de ensueños. Entre medias, mi caos, olas robadas a este mar que acompaña mis pasos, negándome la posibilidad de escribir sobre tu realidad, sobre la voluntad del recuerdo.

Aguas del mediterráneo, aguas del Sena, aguas de Tajo, aguas del Manzanares, aguas del Mosel, aguas del Danubio…, aguas que han reflejado nuestras figuras mientras adivinábamos más allá de la superficie y del fondo nuestros ocultos deseos y decepciones futuras. Y cada uno siendo incapaz de comunicar aquello que sentíamos o empezábamos a presentir ante esas corrientes, que no cesaban de recordarnos que la vida sigue fluyendo pareja a los temores y desengaños.

Después de contemplar durante largo rato esas aguas regresábamos a tu casa, o a la mía o al hotel de turno, para hacer el amor mirándonos a los ojos, sin apartar la mirada nacida del deseo, del placer, del orgasmo compartido entre esos nuevos ríos de sudor que manaban de nuestros cuerpos. Nos sentábamos en la cama, desorientados en el silencio de la noche, con los latidos del corazón aún alterados por la visión de esos mundos entrevistos en los ojos del otro.

09 noviembre 2006

11-N

De espaldas, en nuestra habitación, ya sabías que esa era nuestra última noche juntos y yo lo presentía, cómo se presagian casi todas las desventuras que están a punto de sucedernos. Y así, sin más, esa noche del 11 de noviembre se convirtió en la noche más triste de mi vida.

Miro el calendario y pienso que se acerca, nuevamente, el próximo aniversario de nuestro desencuentro. No pienso poner velas en la tarta de la añoranza, aunque tampoco te voy a olvidar.

07 noviembre 2006

Popurrí de fuá

Voy a empezar mi popurrí de fuá a las finas hierbas, o cosas varias, con un grupo que después de beberme una botella de cava siempre me apetece escuchar. Se trata de Madredeus, ese quinteto portugués que tantas noches me ha dejado sin dormir, con cava o sin él, tratando de navegar entre tanto sentimiento bravío, sin cesar de desprender una gran dosis de saudade existencial. Voy con dos títulos: "Ven amor infinito" y "Faluas do Tejo", aunque advierto que cualquier título de su discografía es igualmente válido, con cava o sin él. Enlace a la página oficial de Madredeus: www.madredeus.com , nada más abrirla suenan sus canciones, así que se puede dejar de fondo. Y ya que estamos en el mundo lusitano, un par de libros de un autor portugués, nacido en Ángola, Gonçalo M. Tavares: "Un hombre: Klaus Kump" y "El señor Válery". Una película para hoy mismo: "El ilusionista". Por último, una entrevista de Mª Luisa Páramo a Alfredo Bryce Echenique (1996), por qué todas las vidas se entrecruzan, aunque no sepan que lo están haciendo: Entrevista a Alfredo Bryce Echenique

06 noviembre 2006

Mirando a cualquier lugar

Nighthawks, Edward Hopper
He pasado muchas noches sentado en la barra de un bar tratando encontrar un poco de calma interior, escuchando canciones que nunca más he vuelto a escuchar y embriagándome, con esa serena frialdad de un profesional del tedio, mirando a cualquier lugar, con esa mirada perdida de quien permanece muy dentro de sí, ausente de todo lo exterior, por qué siempre termina entendiendo que por muy acompañado que se esté nunca se dejará de estar solo.

04 noviembre 2006

Strangers in the night...

Francis Bacon

O cómo me quede solo esa noche, fragmentado en mil pedazos y sin sus besos para siempre jamás, acompañado tan sólo por todo el alcohol del mundo y sin Frank Sinatra cantando a mi lado Strangers in the night… para poderme desfragmentar en un todo compacto conmigo mismo y mi nueva situación de hombrecillo abandonado y hasta ya casi olvidado y, lo que es peor, tú quien eres.

Se podría decir que todo lo demás fue silencio, un silencio de no te muevas que es peor y sigue mirando esa cama vacía o ese sillón vacío al lado de la chimenea, ese fuego apagado y con poco ánimos para encender de nuevo y recordar lo bien que se te veía ahí sentada con ese Benet teutonizado de la cuesta de Claudio Moyano. Veinte veces me sentí esa noche stranger in the night, en ese casa sin franky y sin ti. Me sentía cómo de visita, cómo si ya nunca fuera a ser el salón de nuestra casa, el salón de mi vida contigo en Madrid o el dormitorio de nuestros sueños de por fin ya juntos y sin dos mil kilómetros de lejanía.

Y solo en esta noche, pero acompañado en la distancia por mi amiga chilena Beatriz, los recuerdos se van desdibujando y cómo que me voy sintiendo a cada instante más capaz de encender ese fuego que tal vez nunca debí dejar apagar, mejor hubiera sido preparar un Pisco Sour, o dos, y brindar por ese nuevo amanecer, quizá triste aunque no por ello menos prometedor.

El vuelo de las 22:00 h.

Miraba la calle desde una ventana de la oficina. El sueño de la noche anterior me había dejado completamente ausente. En dicho sueño me encontraba dentro de un avión, esperando el momento del despegue. A mi lado había una mujer que miraba por la ventanilla hacia la pista. Aún no había visto su cara, pero no por ello dejaba de tener la sensación de que esa persona me resultaba familiar. Sobre sus piernas tenía un libro, “El último lector”, de Ricardo Piglia, libro que yo había terminado de leer la semana pasada y del cual aún guardaba un grato recuerdo. La azafata comenzó a extender sus brazos y a flexionarlos en lo que era la escenificación del uso del chaleco salvavidas, mientras las turbinas de los motores empezaban a subir de revoluciones. Observé que la mujer continuaba mirando por la ventanilla, absorta en la lejanía del horizonte, sin prestar la más mínima atención a toda esa serie de representaciones que estaban teniendo lugar en el centro del pasillo, a tan sólo unos cuantos metros de nuestros asientos. Decidí atreverme a tocar su hombro en requerimiento de atención, con el claro propósito de que ella girara su rostro hacia mí para poderla mirar y averiguar si realmente era alguien a quien yo conocía, pero ella continúo mirando por aquella ventanilla, sin darse por aludida a mi contacto sobre su hombro derecho. Pensé que quizá se hubiera quedado dormida, pues apenas había notado ningún movimiento suyo en todo el tiempo que llevábamos juntos, en aquel estrecho tubo despresurizado.

Me coloqué los cascos tratando de hallar un poco de música para distraerme y no pensar demasiado en aquel cacharro, que ya debía de encontrarse a unos cuántos cientos de metros sobre aquel trozo de tierra, que cada vez se iba haciendo más y más pequeño. El avión comenzó un giró a la izquierda cuando ella volvió, repentinamente, su cara hacia mí. Lo que pude ver en sus ojos no me gusto nada, ya sabía quien era esa enigmática dama; sentí sus fríos labios sobre los míos y su lengua enredándose en la mía, mientras el avión ya caía, con un sordo ruido, en picado sobre aquel pequeño trozo de tierra.

Continuaba mirando la calle desde la ventana de la oficina, seguía lloviendo y lo cierto es que no me apetecía nada coger ese vuelo de las 22:00 h. que debería llevarme a Madrid. ¿Y si ella se encontraba sentada a mí lado?