21 diciembre 2006

La noche que conocí a Stina (II)

II.

Cuando dejó de diluviar decidimos salir de aquel café para tomar unas copas juntos. Fue entonces cuando vi a Stina, sentada en una mesa apartada. Estaba con otra chica. Ambas eran rubias y con aspecto de sirenas nórdicas. Miré a Ouassini. Sobraron las palabras. Él se acercó hasta la mesa y entabló conversación con ellas. Al poco estábamos sentados compartiendo conversación y mesa.

Afortunadamente Stina y Katherina hablaban un español bastante aceptable. Eran suecas, de Estocolmo. Trabajaban en TV5 como enfermeras de la cadena de televisión francesa. La reunión estaba tomando un cariz bastante sanitario. Un médico, psiquiatra, y dos lindas enfermeras. Decidí que sin duda era un buen momento para ponerme enfermo. Pedimos una consumición y una vez terminada decidimos irnos los cuatro a recorrer la noche parisina.

Las luces de la avenida se reflejaban sobre el mojado asfalto y sobre los charcos que se habían formado en él, dando a la imagen resultante un tono marcadamente expresionista, o eso me parecía a mí después de unas cuantas cervezas y unos cuantos yibis. Y también porque caminaba del brazo de Stina, sorteando entre risas todas esas luces que nacían a nuestros pies y que al pisarlas se diluían en cientos de ondas, que no cesaban de recordarme que París era una fiesta.

Un descomunal trueno retumbó sobre nuestras cabezas. Nuevamente empezó a llover a lo bestia. Detuvimos un taxi y los cuatro nos metimos en su interior. Fue Ouassini el que dio una dirección. Me daba lo mismo a donde demonios fuéramos, yo me encontraba, en el asiento de atrás, cómodamente instalado en medio de esas dos bellezas. Que razón tenía Hemingway. Desde dentro del taxi me reí de la cortina de agua que descargaba en el exterior y pensé que gracias a ella había conocido a Stina. En la radio del taxi sonaba una divertida canción de Les Rita Mitsouko, “Les histories d’amour finis mal en general”. Miré a uno y otro lado diciéndome que esta no había hecho nada más que empezar. Continúe escuchando la canción y mirando la ciudad; la letra me recordaba a mi relación con Fuencis, mi ex. Sí, las historias de amor finalizan mal, en general. No tuve más remedio que dar la razón a Rita. En ese momento sentí como la cabeza de Stina se apoyaba en mi hombro.

El taxi paró frente a la entrada de un local donde un enorme negro, con una gorra de plato, custodiaba su entrada. Ouassini sacó unos billetes de su cartera y pagó la carrera. Nos bajamos del auto e imitamos el saludo de Ouassini mientras el portero nos abría la puerta. Entramos en un estrecho pasillo que conducía hasta un guardarropa y lo que parecía ser la puerta de un ascensor. Y lo era, en efecto. Una puerta metálica se abrió delante de nosotros y nos colamos dentro de aquel habitáculo. Cuando se puso en marcha noté una extraña sensación en mi estómago, en lugar de subir, bajábamos. Un espejo reflejaba la figura de los cuatros y fijándose uno un poco más se podía ver a Ouassini que se había fundido en un apasionado beso con Katherina.

Nada más abrirse la puerta del ascensor pude contemplar un salón y justo enfrente, una cortina de terciopelo con una tarima, sobre la que descansaba un piano de cola.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

La cosa se promete bien...

De todas formas, no te debes quejar de Ouassini, que te facilitó el camino. Él y la lluvia.

Me alegra verte de nuevo, te nos pierdes...

Un beso.

Javier Luján dijo...

No, si no me quejo de Ouassini. Es una persona de lo más alocado, aunque sea psiquiatra. De vez en cuando nos escribimos alguna carta. Aunque hace tiempo que no tengo noticias de él.

El argonauta enmascarado dijo...

Quiero desearos a los y las que visitáis el blog SENDALITERARTE unas FELICES NAVIDADES y todo los mejor para el 2007.

Anónimo dijo...

Feliz Navidad, pásalo muy bien. Besos.

Javier Luján dijo...

Feliz Navidad a todos.

Eilen dijo...

¡Feliz Navidad! Y deseo que todos podais recuperaros pronto del empacho producido por la cena navideña y de la resaca.
Un saludo Capitán Pescanova.

Anónimo dijo...

Que tengas un año muy, muy feliz, capitán. Un beso.

El argonauta enmascarado dijo...

Feliz año, capitán.

Southmac dijo...

Jaja, esto se desarrolla fluido y cojonudo. Ese vértigo del ascensor que baja es real. No sé por qué me vienen a la cabeza una serie de imágenes cinematográficas. Veo mesas de billar y apuestas de carne sobre carne. Veo rituales. Eso es. Nos estás preparando para algún tipo de ritual ;)

Javier Luján dijo...

Feliz Año Nuevo a tod@s.