26 octubre 2006

El Laberinto de la ficción

Anoche salí a dar una vuelta por el pueblo. El paseo marítimo se encontraba vacío, ni un alma paseando junto al mar. Un silencio absoluto de calma, sólo las olas acariciando la arena. El leve rumor de la resaca hipnotizaba mis pasos. Sobre mi cabeza un denso manto de estrellas para inventar razones nuevas, soluciones imposibles.

Me detuve a observar un barco fondeado en la pequeña bahía que perfila el lugar. Caminé hasta la terraza del único bar abierto y pedí una cerveza. Continúe mirando hacia el mar, tratando de adivinar lo que ocurría dentro de aquel velero, imaginando lo que se sentiría al ser mecido por el mar en medio de la negrura de la noche. Toqué el vaso, el borde del vaso. Cerré los ojos hundiéndome en la oscuridad dibujada por mi dedo sobre el borde del vaso y preguntándome, una vez más, que por qué escribir, por qué recorrer aquel laberinto del que es imposible salir sin olvidar que la ficción continúa más allá de las páginas escritas.

“El que sólo busca la salida no entiende el laberinto, y, aunque la encuentre, saldrá sin haberlo entendido” José Bergamín.

"El laberinto es la defensa mágica de un centro, de un tesoro, de una significación. Sólo se puede entrar en él mediante un rito iniciático, tal como nos lo propone la leyenda de Teseo. Ese simbolismo es el modelo de la existencia humana que se enfrenta a numerosas pruebas para avanzar hacia su propio centro, hacia sí misma, hacia el atman, como dicen en la India. Muchas veces he tenido conciencia de salir de un laberinto después de haber encontrado su hilo conductor en medio de la adversidad. Todos hemos conocido esa experiencia. Pero debo de añadir que la vida no está hecha de un solo laberinto. La prueba se repite una y otra vez." Mircea Eliade.

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