31 enero 2007

La pianista

Georg Grosz

Conocí a la pianista en junio del 99. En una noche cargada de alcohol y de humo, me la presentó Concha en el Dover, mi antiguo bar de copas. Enseguida nos pusimos a hablar y no paramos de brindar con chupitos durante toda la madrugada. Al final de la noche los tres, Concha, la pianista y yo, acabamos en la cama, dando rienda suelta a nuestras más turbias pasiones.

Los siguientes días la pianista -Irene- continúo viniendo por el Dover y acostándose conmigo. Nos habíamos aconstumbrado a ello. Tumbados en la cama me hablaba de Chano Domínguez, de Jorge Pardo, de Michel Camilo, de Lou Bennett y de toda esa gente que había tocado o que tocaba con ella en la actualidad, por los circuitos jazzísticos de Europa. Le pregunté qué que es lo que hacía una chica tan atareada como ella en un lugar como éste. Desconectar durante unos días en Cabo de Gata de la continúa vorágine a la que me veo sometida, antes de ir a grabar un disco con Lou en Nueva Orleans, me respondió liándose un tremendo canuto.

Pasaron las dos semanas que tenía para recargar las pilas y regresó a Madrid y de allí voló rumbo a Nueva Orleans, donde la esperaba Lou, yo también me había aconstumbrado ya a llamarlo así. Nos habíamos despedido con un hasta otra, de esos que no dejan mucha esperanza para un próximo encuentro; mas no por eso dejaba de sentirme satisfecho, había conocido a una persona interesante, con unos espectaculares ojos azules y encima había hecho un trío con ella y Concha, por la cual siempre me había sentido atraído, desde que la conocí en Madrid, y que hasta entonces no había tenido la más mínima ocasión de poner mis manos encima de ella. Cómo se suele decir, había matado dos pájaros de un tiro y encima había realizado una de mis fantasías más calenturientas: un ménage à trois. Si, me sentía satisfecho y encima la temporada de verano estaba a la vuelta de la esquina, lo que significaba turistas para el negocio, gente por conocer, muchas chicas en busca de placer y el reencuentro con los clientes que volvían un año más a desbarrar por estas tierras de pitas, pitacos y playas vírgenes.

Al mes de la partida de Irene, recibí una postal con un matasellos de Nueva Orleans. En la que me venía a decir que me extrañaba y que, muy a su pesar, habia nacido en ella un sentimiento prondamente confundido hacía mi persona y que estaba deseando regresar a San José para pasar unos días junto a mí y comprobar si ese profundo confundimento se aclaraba o se liaba aún más. Tras terminar de leer la postal me quedé reflexionando un rato, tratando de buscar un asomo de profundido confundimiento en mí; pero no, el mágico verano había comenzado ya y toda clase de mujeres poblaban la barra del bar. Pensé que lo único que me confundía era la noche, como a Dinio.

Acto seguido, dejé la postal de la pianista entre las facturas sin pagar y me diriguí hacia un corro de inglesas, que copa en alto no paraban de pedir guerra y que las invitara a unos chupitos de esos tan bueno de la casa.

-Joder, tío, tienes el bar más enrollao de Almería, esto siempre está lleno de mujeres -me dijo un pseudohippie mientras me dirigía al grupito de inglesas, con la cóctelera en la mano- ¿Quieres unas caladas?

-¿Cómo se te ocurre ponerte a fumar maria aquí dentro? Anda, tira para la calle, que me estás atufando todo esto con un aroma que va a llamar la atención de toda la Guardía Civil de los alrededores.

-Perdona, tío, como he visto que este sitio mola tanto he pensado que se podía fumar aquí dentro.

-Anda, sal para afuera que ahora salgo yo a darle unas caladas.

-Vale, vaya marcha que tiene este garito.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Cómo te cuidas, Capitán...!

U.n beso

Javier Luján dijo...

Esto es parte del pasado, como todo lo que no es instante.
Un besit.o,Sakkarah

LOLA GRACIA dijo...

Una historia intersante,capitán...entonces te enganchó o no la pianista? Es que a los hombres os da mucho miedo el AMOR con mayúsculas.
Me encanta San Juan, estuve allí hace tres años, con un preñao de cinco meses que pa qué...pero fue muy relajante. Quizá vuelvaen primavera con el niño y el papá del niño, claro.
Por cierto, una vez, en una avión conocía a un auténtico capitán pescanova, era del Pais Vasco y votaba a HB. En fin, historias.
Encantada de conocer este blog

Javier Luján dijo...

Muchas gracias por tu visita lola. He de decirte que no soy de Bilbao, no soy ese capitán, no.
La historia transcurre en San José, Almería. De San Juan tengo otros recuerdos. Me secuestrron para robarme.
Un saludo.

Peggy dijo...

Es usted señor capitan un autentico vividor ...kisses perversos :) ...la verdad carpediem

Javier Luján dijo...

Sí, como decía Horacio, Carpe diem, es lo único que nos vamos a llevar de este mundo.
Recibo con todo placer esos kisses perversos, que en el fondo son los que más me gustan.
Me encantan tus dos blogs: la muchacha dorada y el sueño de mi libertad.
Un kiss, o dos.

Anónimo dijo...

Al llegar aquí supe lo desacertada que había estado contestándote... en el comentario que me dejaste pero es que tengo un lío terrible de nombres... disculpa.

Ahora ya recordaré que estaba Lisboa y que hubo esa pianista...

Yo si hice dos tríos. Pero siempre con otra mujer... distintos los hombres distintas las mujeres y mira... esa es una asignatura pendiente ... el 'vesre', aunque me imagino que ahí sobraría lo que a mí me gusta que es el Amor... aunque quien sabe, si se da con quien se debe...

saludos

Javier Luján dijo...

El amor... Que sentimiento tan mágico y peligroso, a la vez.
Un beso, Kasandra.

Anónimo dijo...

No parece que te entusiasmara la pianista, excepto para dedicarle este post.
Un saludo, capitán

Javier Luján dijo...

No, no cuajamos. Lástima.
Un beso.

NoSurrender dijo...

Vaya, nunca he tenido un trío con una pianista en Cabo de Gata ;)

El amor es una palabra confusa de por sí. Todo lo humanamente interesante es confusión, sí.

Buen texto. Si ves a Houllebecq por tu bar, no te olvides darle las gracias por su literatura, de mi parte.

Javier Luján dijo...

Me gusta mucho Houellebecq y es cierto que vive por aquí, pero para ser sincero, no he tenido el placer de verle nunca. Es grato tener un vecino así.
Un saludo.

Southmac dijo...

Joder, entre el placer de leer esas historias tuyas, tan melancólicas como el sexo que queda en la memoria, y las referencias a mi dios literario personal (sí, el Houellebecq. Probablemente el genio de la década), no sé que más decir...

Anónimo dijo...

Un flipado de la vida vaya. Pon el nombre del libro i el autor para que sepamos de que fuente copiastes el texto, gracias ;)

Javier Luján dijo...

Anónimo, no eres más gilipollas porque no te entrenas, jajaja.