16 abril 2007

Las siete de la tarde

Llegué caminando, sin darme cuenta, al bar de la estación de Cais do Sodré. No había nada de extraño en ello; bien mirado, era un recorrido tan habitual desde que estaba en Lisboa que no me sorprendió encontrarme allí, de repente, delante de una cerveza y mirando las barcazas cruzar de una orilla a otra del Tejo. Miré el reloj para comprobar que eran las siete de la tarde. -”El sol no falla”-, me dije con esa especie de diálogo con uno mismo que surge en la persona que no tiene nada que decirse. Y todo volvió a parecerme ridículo, sobre todo yo mismo y mis observaciones sobre el uso horario del sol y esos diálogos que surgían del más absurdo vacío interior. Sentí la necesidad de diluirme, en el más amplio sentido de la palabra. Diluirme, o mejor aún, desintegrarme para no contaminar el ambiente con mis pequeños residuos orgánicos. Sí, era mucho mejor la desintegración, la completa desaparición de cualquier nocivo resto de mi persona e incluso de mis pensamientos. Cuanto menos quedara de mí, mucho mejor. Sobraba hasta el recuerdo que de mi persona pudieran conservar todas esas personas que formaron parte de mi vida.

Mis ojos resbalaban sobre las imágenes que se formaban ante mi campo visual. Soy miope y en esos momentos llevaba puestas unas gafas de sol sin graduar, menos comprometedoras y que me obligaban a ignorar todo lo que sucedía más allá de esos ocho o nueve metros. Una distancia más que razonable cuando realmente no se desea ver nada, sólo las barcazas cruzando el río.

Sabía que al otro lado me esperaba el espigón de siempre, la misma terraza de “Ponto Final”. Un nuevo día, un anochecer más iría hasta allá para ver desaparecer el sol entre las anaranjadas aguas de ese río que me separaba de mí mismo.

10 comentarios:

Javier Luján dijo...

Bueno, como podeís observar, he vuelto. Esto es una especie de droga, difícil de desengancharte de ella, ¿para qué hacerlo? ¿no?
Un beso a todos.

MAR dijo...

Javi: te felicito! estoy feliz de verte de nuevo escribir!!!!
todo mi cariño para ti.
mar

Anónimo dijo...

un recorrido extraño...Da la sensación de tristeza, pero espero que sólo sea una sensación mía.

Ne alegra muchísimo tu vuelta, se te extrañaba, capitán.

Un beso.

Anónimo dijo...

bienvenido :D!!! me alegro de haberme pasado :D
me he quedado por ahí tomando cañas, recuerdo Lisboa y o Tejo, que tiene algo de mundano y de fantástiko... me ha enkantado el post.

besos!!

k.

Anónimo dijo...

Javier, bienvuelto, me alegra mucho tenerte otra vez por aquí.
Nostalgía y belleza en tus palabras y la imagen bellísima, con esa cadencia en rosas.
Un beso guapo...

Peggy dijo...

veo que vuelves a escribrir y con una descripcion de paiseje con tiempo y lugar:) kiss

Sibyla dijo...

Hola Javier!!:

¡Qué bueno tenerte otra vez en la red! Saber que estás ahí al alcance para poder bucear en tu mundo interior, es todo un regalo. Bienvenido!!

Un abrazo.

El Blog de Sibyla

Rosilina es...... dijo...

Javierrrrrr, que alegríaaa cuando pasé por aquí y vi que habías vuelto :). No la dejes, esta droga es beneficiosa pa tú salud ;) y ayuda para la nuestraaaa. Muchos Besotesss!!!!

Anónimo dijo...

Hola Capi, bienvenido de vuelta a casa.
Espero que la tristeza que se palpa en tu texto sea tan solo ficción y que sigas tan feliz como hace poquito.

Besos

Javier Luján dijo...

Lo dicho, muchas gracias a todos por vuestra acogida. La verdad es que os echaba de menos.
Un besito.