24 enero 2007

La líneas de la mano

Egon Schiele

Recorro nuevamente Lisboa a través del recuerdo que suscita en mí “El año de la muerte de Ricardo Reis”, de Saramago. Vuelvo, también, a este libro, convocado por toda una serie de diversas coincidencias, de las que no es el momento de hablar, y que me hacen pensar que no existe nada que no sea puro acaso, pura casualidad.

Paseo, con un volumen en portugués de los diarios de Miguel Torga en la mano, junto a Glôria por la Rua da Conceiçao. No se bien para que hemos quedado, a no ser que ya esté cansado de tanta soledad. La noche anterior Glôria durmió, en la buhardilla donde vivo en la Rua das Palmeiras, conmigo, en mi cama. Me gusta observarla entre las sábanas, sentir ese calor que desprende su cuerpo en esas noches lluviosas e iluminadas por las luces de las velas, con la única compañía de nuestra voz y de una botella de Oporto. Por la mañana, tras vestirse, me dio un beso de despedida. Tenía clase en la facultad. Aún medio dormido, le propuse quedar para comer juntos. Aceptó y quedamos a la una de la tarde en la Praça do Comerçio. Nos encontramos y por eso íbamos caminando por la Rua da Conceiçao en dirección al restaurante que Glôria había sugerido para comer, muy cerca de la Praça da Figueira.

Nos miramos y sonreímos mientras andamos y nos detenemos ante los escaparates en los que algo llama nuestra atención y preguntándonos, secretamente, que es eso que nos hace intentar conocernos, compartir esos instantes de una vida tan fugaz, donde nada perdura, ni siquiera el arte. Sí, había nacido entre los dos una especie de afecto difícil de catalogar. Ninguno de los dos erámos aún capaces de explicar porque pasábamos tanto tiempo juntos.

Vuelve a caer la lluvia sobre los adoquines de la acera. El ritmo de la ciudad se acelera de súbito entre el vuelo de las gaviotas que escapan del frío viento del río. Glôria coge mi mano, y dando un tirón de ella me invita a continuar hacia el restaurante. El cielo sigue ennegreciéndose, imponiendo una noche ficticia a esta hora tan temprana de la tarde.

Sentados en la mesa del restaurante, Glôria estudia las palmas de mis manos con gesto inquieto. Me mira a los ojos, para bajar de nuevo su vista a mis manos vueltas, que retiene suavemente con las suyas. El contacto de sus dedos sobre mi piel es ya una sensación conocida, un acto cotidiano que me acerca a un recuerdo, en mi caso, y a un ideal platónico, en el suyo.

- ¿Qué ves en las líneas de mi mano?

- Un destino en el que no creo.

- Me gusta.

19 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Un preludio de amor?

Pudiera ser.

Un beso, capitán.

Anónimo dijo...

que buenos tus relatos capitan!!!resulta increible...con lo cafre que puedes llegar a ser!!! los leo en silencio, me acompañan y me reconfortan en estos dias tan chungos que estoy pasando, me cago en la puta!!!!

Javier Luján dijo...

Sakkarah, no, era sólo un preludio de compañia. Un besito.
Vitin, ánimo. Escribiré, entonces, un relato para que te rías un poco, ¿no? ¿Ambietado, por ejemplo, en la peculiar "fauna" del parque sobrenatural? Quizá eso sería demasiado fuerte, je.
Un saludo, un año pasa volando.

Anónimo dijo...

He llegado por aquí, ese aroma a Lisboa me ha hecho parar y he de decirte que me ha gustado mucho lo que he visto y leído. Buenas noches...

Javier Luján dijo...

Muy amable, calma. Bienvenida, a esta tu casa.

Damián Carrillo dijo...

Hola Capitan:
Las disculpas del caso por usurpar tu cargo el ultimo fin de semana.

Muy buen post, al igual q los 2 anteriores.

El destino lo forja uno, ni los dioses intervienen, solo se deleitan en mirar.

Javier Luján dijo...

Afortunadamente, Damián, no me gustaría que mi destino estuviera en manos de tan impredecibles seres.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Gracias por el saludo. Te enlazo porque no quiero perderte de vista.
Besos

´´ dijo...

Las manos estan ahi . Asi que no las dejemos solas .

pessoa en mi blog

Valeria dijo...

Iba de paseo, recordando las calles de Lisboa mientras leía...
El tacto es una sensación inolvidable.

Eilen dijo...

M dan ganas de conocer la ciudad, visitar sus calles y por qué no, que me lean un futuro en el que nunca creeré.
Un saludo.

El argonauta enmascarado dijo...

Casualidad, destino, aromas,...
Capitán, nos haces sentir participes de tus paisajes con todos los sentidos.

Saludos.

El Castor dijo...

Descubro este interesantísimo blog, receptivo a su envolvente atmósfera melancólica y existencialista sutilmente quebrada por impagables escenas de locura familiar y pasiones desatadas. Felicidades.

Vigo dijo...

Solo quería agradecerte un comentario que dejaste en mi blog hace unos cuantos días y de paso darte la enhorabuena por este blog que ahora descubro.
Muy interesate...
Volveré yo también a la lluvia, tu texto me hizo recordar esos versos de Vallejo que dicen:
"Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo".

Javier Luján dijo...

breederss, pon la dirección de tu blog, la tenía en los marcadores pero se me han borrado todos. Y a tu perfil no se puede entrar para conectar con el blog.
Un saludo.

Javier Luján dijo...

Valeria: Estoy de acuero contigo, el tacto puede ser una sensación inolvidable. Me gusta que recorras Lisboa por medio de este blog.
Eilen: Realmente merece la pena conocer Lisboa, es una ciudad que tenemos ahí al lado y sigue siendo una total desconocida. Te la recomiendo.

Javier Luján dijo...

Argonauta: Muchas gracias, que mejor destino para alguien que escribe que llegar a los sentidos de sus cómplices, los lectores.
Castor: muchas gracias por tu punto de vista sartriano, desde luego que me interesa el existencalismo, su atmósfera.
Vigo: Muchas gracias por tu visita y por los versos de Vallejo.

Anónimo dijo...

Yo soy adicta a las dos cosas... al silencio y a la nicotina.

He estado leyéndote en estos últimos artículos y me ha gustado

Un saludo

Javier Luján dijo...

Muchas gracias, Kasandra. He de reconocer que yo también soy un adicto a ambas cosas, pero, pschtttt, no se lo digas a nadie.
Un beso.