29 octubre 2006

Thé Bohea y esos ojos verdes

Me dejé llenar la jarra de cerveza. El “Thé Bohea” estaba tan vacío como la misma calle. Era el único cliente de esta tarde otoñal llena de viento. Acodado en la barra escuchaba a Morcheeba, Fear and Love, mientras miraba por el ventanal a la nada, sólo interrumpida por algún papel que revoloteaba caprichosamente al ritmo de la música, o eso me parecía. Isabelle se sentó a mi lado. En su cara se leía el aburrimiento. La miré a sus ojos verdes y pensé que era preciosa.

- Esta es una de esas tardes en las que volvería a fumar, menos mal que mañana es el último día que abrimos hasta diciembre.

- ¿Qué vas a hacer? – la pregunté -¿Te vas a Francia a ver a tu familia?

- Sí, estaré por allí un par de semanas. Luego me voy con Mara a Portugal. Queremos estar un fin de semana en Lisboa y después subir para el norte.

- No dejes de ir a Sintra, allí la conocen cómo Vila Velha – le recomendé – Y por algo será, ¿no?

- Sí, he leído en una guía que es Patrimonio de la Humanidad. Teníamos pensado ir a visitarla – me contestó Isabelle mientras se levantaba del taburete para atender a una pareja de alemanes que acaban de entrar. Se sentaron en una mesa, ella les acercó la carta de té y volvió a la barra. – Tu has estado por allí, ¿verdad?

- Sí, me gusta mucho. Es una gozada ver como se mezclan los estilos árabe, gótico y renacimiento, lo que dejó perplejo y enamorado al mismísimo Lord Byron, quién se pasó una buena temporada por allí. En Childe Harold’s Pilgrimage canta su belleza: “¡Oh! El edén glorioso de Sintra se mezcla en un abigarrado laberinto de monte y cañada”. Y no te creas, no es un sitio masificado por los turistas, puedes sentirte un paseante solitario y perderte tan tranquilamente entre sus tupidos bosques.

Isa se acercó a la pareja de alemanes para preguntarles que iban a tomar. Pidieron dos mojitos, nada de té.

- Aprovecha y haz otro para mí, ya estoy cansando de tanta cerveza.

El “Thé Bohea” era mi bar preferido de San José. Me gustaba por su música y por la gente que iba por allí. Era un sitio para encontrarte con los amigos, cuando había amigos, claro.

Empezó a llover primero ligeramente, para pasar a los pocos minutos a caer chuzos de punta. Sí, se estaba bien ahí, con el mojito en la mano, viendo como la lluvia borraba todas mis ilusiones y con esos ojos verdes que continuaban mirándome tan cerca de mí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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